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Meditación de la mañana

  • María Beatriz Tellería
  • 9 jul 2019
  • 1 Min. de lectura

Un enrejado de celeste cielo que reaparece insistente ante mis ojos, me muestra la inconsciente imposibilidad de ex-presarme. Aún vestigios de otros tiempos atan mis alas y me encierran en mi propia celda.

Amo el aire otoñal acariciando mi rostro, despeinando mi pulcritud. Quiero volar como gaviota que atrae mi atención y mi corazón. Viajo a esos parajes de agua, playa, montaña y un cielo amplio y abierto que se expande todo para mí.

Allí estoy de pie, bien plantada en mi fortaleza adquirida y merecida, contemplando el paraíso a mis pies. Habito mis alas sintiendo la fue inconfundible en mis brazos. El horizonte se muestra amigable y se despliega para que circule en él.

Ahí está para que lo vuele, lo disfrute y me envuelva con su aire renovador. Cual gaviota libre, enamorada de sus sueños-metas circundo por los cielos del placer. El sonido del mar en sus danzarinas olas y el canto de mis pájaros hermanos me confirman mi existir, mi tránsito vital, el camino a seguir.

Allá entonces, en mi primera juventud, aclamaba la frase: "gaviota que ve lejos, vuela alto". Hoy la encarno en mi ser gaviota y me lanzo hacia el firmamento en su inmensa dimensión. El pecho se expande en pletórica sensación de conformidad, de encastre exacto y profundo del afuera y mi esencialidad. Justa medida del ser en una comunión que trasciende mi razón y es pura percepción. Certera sensación de estar siendo, quien en verdad soy.

Modalidad: Escritura creativa producto de una meditación con imaginación activa. Todas posibilidades que trabajamos en conexión creativa.


 
 
 

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